lunes, 27 de diciembre de 2010

Guerra...

Me acaba de caer el veinte. Tras meses de lidiar con comentarios y opiniones varias, en línea o en contra de mis propias ideas y opiniones, me llega un entendimiento enorme respecto a por qué la lucha y la situación que existe hoy en México provoca tantas quejas y actitudes en contra.

Se le ha llamado Guerra contra el Narco, Guerra contra el crimen organizado... Guerra.

Recuerdo que cuando era pequeña (y no tanto) la idea de una guerra cerca de mi, una guerra que me afectara era un miedo recurrente. Las películas, los libros y la historia misma crearon una peste a desgracia, muerte y destrucción alrededor de esta palabra. Sacrificio, tortura, miedo. Todo ligado a la palabra Guerra en sus diferentes versiones y ubicaciones.

Hoy está aquí, en mi país. Y me acaba de caer el veinte.

La generación a la que pertenezco y las generaciones cercanas hemos vivido y crecido sólo con historias de oídas, cuentos, imágenes en pantalla grande o chica de situaciones extremas que sucedieron o no alguna vez a personas que no somos nosotros. Pero eso es una guerra y ahora está aquí. ¿De qué privilegios goza México para que su guerra sea tranquila, rosa, sencilla? De ninguno, como ningún país con un conflicto armado.

Guerrillas, golpes de estado, genocidios. Hay múltiples ejemplos en diferentes países pero no lo hemos vivido. Tras nuestra interrumpida revolución que sólo recuerdan los abuelos, nuestra idea de conflicto armado cercano talvez esté en los zapatistas que con ideales y efectos ambiguos aparecen de tiempo en tiempo. Este conflicto sigue estando muy localizado y sin tanta exposición mediática. Entonces no sabemos lo que es estar en guerra. Cobijados por un extenso territorio podemos estar tranquilos en áreas del país mientras en otras reina el caos.

Guerra según wikipedia: Supone el enfrentamiento organizado de grupos humanos armados, con el propósito de controlar recursos naturales o humanos, o el desarme, sometimiento y, en su caso, destrucción del enemigo, y se producen por múltiples causas, entre las que suelen estar el mantenimiento o el cambio de relaciones de poder, dirimir disputas económicas o territoriales.


Tal vez sería bueno hacer un maratón de películas bélicas, ambientadas en diferentes épocas y lugares para entender la ingenuidad esperar que una lucha como la que existe en nuestro país no genere conflictos, bajas civiles, indignación y tanto más. Tal vez identificando claramente cuales son los grupos humanos que se enfrentan podríamos decidir, con convicción y de forma clara a cual de esos grupos pertenecemos porque, que quede claro, tenemos que pertenecer a alguno. Esta es una situación que existe y existe en nuestro país, a la vuelta de la esquina o en el estado vecino. Nos afecta a todos y hay que analizarlo con conciencia.

¿Sabemos cuales son los lados? ¿Sabemos de qué lado estamos?

Me queda claro que es fácil evitar estas preguntas y decisiones cobijandonos en las sospechas de cortinas de humo, conspiraciones, intereses ocultos, etc. Está bien y estoy de acuerdo en no cerrar los ojos a estas circunstancias posibles aunque difícilmente comprobables. No es excluyente. La exigencia va ligada siempre a la responsabilidad, en todos los aspectos.

Habrá que responder esas preguntas sabiendo, de fondo y totalmente una verdad. Estamos en guerra. Con todo lo que implica la palabra.

miércoles, 21 de julio de 2010

Anecdotario I

Resulta que los colectivos de Buenos Aires solo aceptan monedas. No habría problema en un lugar como México que luego al darte cambio te atascan de moneditas de a peso. El problema es que por algun motivo extraño las monedas escacean... no el dinero sino las monedas. Los taxis incluso te redondean para no darte cambio de moneditas. La situación se complica porque los cajeros como supongo que es en todo el mundo solo te dan billetes... ¿Entonces como diablos consigues moneditas para subirte al camión? Pues o vas a cambiar al banco o guardas celosamente esos pedacitos de metal para que te alcance para el siguiente pasaje.

Es momento de comentar que no he estado de compradora, con lo que la cantidad de cambio que recibo es poca, ademas los precios de cosas a menos que estes en el super suelen ser cerrados, así que ya se imaginarán.

Mi preocupación por este tema casi fue desechado cuando me di cuenta de que justo en la parada donde tomo el colectivo de vuelta de la oficina había un señor que vendía boletitos. A él sí le puedes pagar con billete así que aprovechaba para guardar mas las monedas que tenía y de paso conseguir más cambio.

Ayer solo tenía 75 ctvs, y el pasaje es de 1.25 hasta mi casa. No me preocupé tanto porque pensé que el señor iba a estar ahí vendiendo boletitos. Pues resulta que este señor resultó ser un inconstante, a veces está y a veces no. Ayer no estaba y yo sin varo. Total - pensé - esta el señor de la 130 (sí, hay un señor por ruta) y le puedo pedir que me cambie para completar mi pasaje.

El camión de la ruta 93 se acercaba así que me aproximé al señor:

- Disculpe, ¿me podría cambiar este billete por monedas?
- No, yo vendo boletos para la 130.
- Sí, ya se, ¿pero no me podría cambiar este billete por monedas?
- No - en un tono tan nefasto que dificilmente podría describir - Yo NO cambio monedas, yo VENDO boletos para la 130.

Chale...
Me dio tanto coraje. Lo que el grosero y descortés quería era que le comprara un boleto para la 130 ¡¡y así sí me daría cambio!! Que coraje... sigo sin entender como hay gente en el mundo así. En fin, he decidido que a partir de mañana todos los días le voy a decir "Buenas Tardes" con toda la amabilidad del mundo.

Una breve reseña de mi experiencia argentina... lástima que fuera mala onda.